El jueves
17 de abril de 2014, a las 8pm, la Galería Delbarrio inaugura la muestra
colectiva de tatuadores HartO Tattoo,
que reúne el trabajo de los tatuadores peruanos Stefano Alcántara, Adolfo Gutiérrez,
Danilo Mautino, Zhimpa Moreno, Pabla Munay, Miguel Orcal, Cesar Pinto, los
argentinos Marcelo Alvarez y Mauro Rodríguez y el fotógrafo Daniel Bengoa.
La
muestra se podrá visitar hasta el domingo 11 de mayo.
Antes
se pensaba que la práctica del tatuaje era de
origen euroasiático y que alrededor del año 1000 a.C migró hacia India,
China,
Japón y las islas del Pacífico. Existen referencias literarias de
tatuajes en
autores como Jenofonte, Hipócrates, Herodoto, etc. Sin embargo, se han
encontrado momias, tanto en la costa como en la sierra peruanas, que
datan de varios cientos e incluso miles de años antes, cuyo significado
se ha asociado a
ceremonias religiosas, poderes mágicos, fertilidad, rituales, etc.; con
lo cual
podríamos decir que el tatuaje es una práctica que los peruanos tenemos
“tatuada”
en nuestro registro de adn más antiguo.
Su uso moderno fue reintroducido a la sociedad
occidental por los expedicionarios ingleses dirigidos por el Capitán Cook en su
regreso de Tahiti en 1771, lo que explicaría la vinculación mítica entre
tatuajes y exploradores, que en realidad eran además, transportadores de
historias y cuentos fantásticos. Por eso regresa a nosotros como herencia de
vicios y costumbres de marinos y piratas, pasando por gesto transgresor de
promesa o seducción erótica, para convertirse muy tranquilamente casi en un
ritual moderno, ociosa necesidad de la sociedad de consumo, un mensaje ya
descifrado y sin embargo decididamente enigmático de comunicación de masas.
Desde Gauguin hasta nuestros tiempos, esta
introducción en la dermis de sustancias químicas de los más variados colores,
ha producido millones de pequeñas, grandes y medianas obras de arte, con tintes
encarnados y escarificaciones sobre cuerpos lacerados, lienzos blandos,
voluptuosos y magros, epidérmica paradoja que cubre nuestras vísceras. Duchamp solía
decir que es el espectador el que hace la obra, que la obra “es” en función del
espectador.
Por eso, mientras continúan los debates en relación
a qué es arte y qué no, nosotros nos dejamos seducir por las infinitas
posibilidades y la profunda y
vertiginosa interdependencia entre todo lo que “es”. Y como para
nosotros el tatuaje “es” y nos hace “estar”, queremos rendir un reconocimiento
a este arte que se toca y nos conecta unos a otros no sólo a través de la
mirada, sino también literalmente de la piel.
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